jueves, 1 de marzo de 2012

Luna menguante. (IV)

Los días se volvieron repetitivos. Levantarse, comer, escuchar el silencio y acostarse cuando su cuerpo se lo pedía. Era extraño no saber a qué hora se levantaba o a cuál se acostaba. Se guiaba por las comidas que le traían. Según sus cálculos sobre las 12 le traían la comida y a las 10 la cena. Sólo dos comidas. Lo más seguro es que tuviese sólo dos porque no gastaba la energía que le proporcionaban.
Después de un tiempo la señorita del diablo apareció en la habitación con su dulce voz, sus piernas largas y delgadas y su preciosa melena recogida.
-Buenas noches -dijo ella.
Tardó en contestar unos segundos, se levantó y le dirigió su sonrisa más complaciente.
-Perdona que no le saque un té, pero mis secuestradores no me han dado más que una cama y camisas, claramente, blancas.
-Es usted muy gracioso, o por lo menos se lo cree. Me han mandado para darle algunas indicaciones sobre lo que tendrá que hacer estos días…
>>Lo primero que debería saber es que está aún aquí porque es usted un híbrido. Mezclamos su ADN con el de un puma concolor. Mi puesto no me permite explicarle el porqué de este proyecto. Sólo le puedo afirmar que hay más como usted, no con su raza pero sí con otras, y sintiéndolo con el corazón no le puedo decir más.
-Le agradezco muchísimo que me haya dicho que me han convertido en una mezcla entre puma y humano sin ni siquiera preguntarme. Ana, ¿puedo llamarla así? Me alegra que haya venido a decirme en lo que me han convertido, pero aún no me ha dicho que es lo que hago aquí o que quiere hacer conmigo.
-Perdone, lo olvidaba. Llámeme Ana y tutéeme si así se siente más cómodo. Ahora mismo mis superiores creen que ya está preparado para salir de la sala y reunirse con los demás híbridos. A partir de ahora tendrá una rutina, como la de su anterior vida. ¿Alguna pregunta?
-¿Cuántos rehenes tienes aquí metidos?
-No los tengo yo, los tienen. Y muchos están aquí por propia voluntad, pueden volver a casa y trabajar aquí, es cuestión de acumular puntos de confianza a su favor.
-Entonces, si ganase vuestra confianza ¿podría volver a casa?
-Sí.
-¿A mi casa? ¿A la de Berlín?
-No, a esa no. Le daríamos una nueva identidad en un nuevo país. Podría tener una mujer, hijos…
-Entiendo. Hay una cosa más que necesito saber, ¿cuánto tiempo me retendrán aquí?
-El necesario Billy.