…Se lo
conté todo mientras recogíamos las últimas cosas. No quería irme pero,
¿conocéis esa sensación de que lo demás desaparece mientras haces algo y que no
te das ni cuenta de lo que haces? Pues así estaba.
Terminamos
a las dos horas de haber empezado.
-Bueno mi
amor, vete a tu cuarto y vístete con lo que te dejé fuera.
-Aún no
me has dicho a dónde vamos.
-¡París!
-¿París?
-¡Sí!
-¡Eso es
muy lejos!
-Sí, pero
te encantará, venga vete a vestirte.
-¿Qué?
¡Pero que…! –Miré a mamá, su sonrisa, su cara de inocencia, sus ojos brillantes
llenos de amor… Deje a un lado mi estúpida manía de amargarme y amargar a los
de mi alrededor y obedecí.
Al cabo
de unos minutos ya me había vestido, peinado y estaba en el jardín dispuesta a
montarme en el taxi.
-Hola,
guapo, qué, ¿te vas de viaje con tu madre?-dijo el taxista.
-¿Guapo?
-No se te
ve muy bien, pero con una madre tan guapetona tú también lo serás…
-Soy una
chica.
El viaje
fue terriblemente incómodo, espero que para el taxista lo fuese más.
Cuando
llegamos al aeropuerto fui al baño directa, me miré en el espejo, siempre iba
igual, normal que no tuviese amigos, normal que pensasen que era un chico. Mis
típicos vaqueros anchos, mi sudadera de “Los Manolos” negra, mi sombrero, mis
gafas prácticamente más grandes que mi cara… No iba nada favorecedora. Nunca. Y
era mi culpa. Nadie se acerca a un chico, chica, que parece un zombie en chándal.
Y no es porque sea fea, me veo fea, pero en general tengo un buen cuerpo, y una
bonita cara, no obstante mi madre fue modelo durante gran parte de su vida.
-¡¡Elenaa!!
Era mamá,
salí, nuestro avión salía en 4 minutos. Corrimos a la puerta de embarque, nos
montamos en nuestro avión, inmediatamente me senté en el asiento de al lado de
la ventanilla…