lunes, 11 de junio de 2012


…El sonido de los motores retumbaron en mi cabeza durante las tres horas más largas de mi vida. “Brummmmmm”, “brummmmmmmm”, “brummmmmmmm”. Maldito avión, el sonido entraba por mis oídos llegaba a mi cerebro y ahí se quedaba, me atormentaba, no me dejaba pensar con claridad. No podía leer, no podía hablar, no podía pensar, no podía escribir, no podía dormir…Miré a mi alrededor, en los asientos continuos había muchas chicas de mi edad. Todas eran tan… tan… iguales. Parecidas en todos los sentidos. Minifaldas, melenas lisas: oscuras, rubias, castañas…
También había chicos, muchos en realidad, y todos iguales también: los típicos abortos de skaters, con sus gorritas de los New York Yankees, sus pantalones caídos y sus camisas “pijas”.
No tienen estilo, son todos un gran gremio de zombies, no saben que es ser uno mismo, no conocen la humillación de no ser como los demás.
No me dio tiempo de pensar más, las tres horas pasaron, largas pero pasaron.
Miré por la ventanilla: miles de casitas iluminaban París. “Es hermoso” -pensé.
Cogimos nuestras maletas y montamos en el taxi.
Mirando por la ventanilla fui viendo París, era precioso, miles de casitas se esparcían por la ciudad, miles de historias que reflejar en mis cuadros… ¡Podía hacerlo! Podía reflejar en mis cuadros las sensaciones que tenía en aquellas calles, durante un mes me convertiría en una gran artista, primero podrían exponerse en mi instituto, o en mi pueblo, quizá si eran lo suficientemente buenos podrían aparecer en un buen museo en Madrid… Cerré los ojos, sería genial, y sería gracias a mamá.
-Pareces cansada, vayamos primero al hotel.
La voz de mi madre me despertó de mis pensamientos.
-Eh, sí, será mejor que visitemos París mañana…
-Bien.
El resto del viaje no pronunciamos palabra, pagamos al taxista y nos bajamos. El hotel era grande y lujoso. Parecía un gran palacio blanco, el rótulo reflejaba totalmente a uno de Las Vegas: grande y luminoso.
Entramos al hotel, después de arreglar los últimos papeles nos dieron la llave-tarjeta y subimos a nuestra habitación.
Fui al baño, me miré de nuevo. Me quité mi gorra y las gafas. Me miré, no me veía muy bien. Volví a ponerme las gafas. Me subí el pantalón poniéndolo de forma que pareciesen unos shorts tipo tumblr.
Miré a la chica del espejo, seguía siendo yo, pero una yo como las chicas del montón. No me gusté, yo soy lo que soy, y me gusto. No quería cambiar, no quiero cambiar, y dudo mucho que quiera cambiar alguna vez.
Miré mi reloj, eran las 21:15, las nueve y cuarto, temprano aún para una chica de 16 años. Cogí mi libro favorito: “Panteón”, el último libro de “Memorias de Idhún”, me tenía enganchada desde la primera página del primer libro.
Me tumbé en la cama y empecé a leer, estuve leyendo horas y horas y cuando creí que era suficiente me quedé dormida…

lunes, 28 de mayo de 2012


…Se lo conté todo mientras recogíamos las últimas cosas. No quería irme pero, ¿conocéis esa sensación de que lo demás desaparece mientras haces algo y que no te das ni cuenta de lo que haces? Pues así estaba.
Terminamos a las dos horas de haber empezado.
-Bueno mi amor, vete a tu cuarto y vístete con lo que te dejé fuera.
-Aún no me has dicho a dónde vamos.
-¡París!
-¿París?
-¡Sí!
-¡Eso es muy lejos!
-Sí, pero te encantará, venga vete a vestirte.
-¿Qué? ¡Pero que…! –Miré a mamá, su sonrisa, su cara de inocencia, sus ojos brillantes llenos de amor… Deje a un lado mi estúpida manía de amargarme y amargar a los de mi alrededor y obedecí.
Al cabo de unos minutos ya me había vestido, peinado y estaba en el jardín dispuesta a montarme en el taxi.
-Hola, guapo, qué, ¿te vas de viaje con tu madre?-dijo el taxista.
-¿Guapo?
-No se te ve muy bien, pero con una madre tan guapetona tú también lo serás…
-Soy una chica.
El viaje fue terriblemente incómodo, espero que para el taxista lo fuese más.
Cuando llegamos al aeropuerto fui al baño directa, me miré en el espejo, siempre iba igual, normal que no tuviese amigos, normal que pensasen que era un chico. Mis típicos vaqueros anchos, mi sudadera de “Los Manolos” negra, mi sombrero, mis gafas prácticamente más grandes que mi cara… No iba nada favorecedora. Nunca. Y era mi culpa. Nadie se acerca a un chico, chica, que parece un zombie en chándal. Y no es porque sea fea, me veo fea, pero en general tengo un buen cuerpo, y una bonita cara, no obstante mi madre fue modelo durante gran parte de su vida.
-¡¡Elenaa!!
Era mamá, salí, nuestro avión salía en 4 minutos. Corrimos a la puerta de embarque, nos montamos en nuestro avión, inmediatamente me senté en el asiento de al lado de la ventanilla…

viernes, 18 de mayo de 2012


…Maletas. Maletas y más maletas llenas de todas mis cosas. No sabía si enfadarme, enfadarme mucho, o enfadarme demasiado. No sabía si mi madre tenía la intención de hacerme abandonar mi casa durante una semana, un mes, o, lo más horrible: SIEMPRE. Siempre. La palabra resonó en mi cabeza como un disparo en la sien.
-¡No te concentres más en tus amigos imaginarios y ayúdame a terminar de recoger Elena! –dijo mamá en un tono bastante sarcástico.
-¡Mamá! -grité a pesar de que estuviese a mi lado- ¿qué es todo esto?
-Nos vamos de viaje mi amor.
-Que no sea un viaje familiar, que no sea un viaje familiar, que no sea un viaje familiar… -susurré.
-Y, adivina qué: ¡Es un viaje familiar!
La miré, sabe perfectamente que no me gustan los viajes, y menos los familiares. Suspiré, bajé la mirada y de repente me acordé de cuantísimos viajes hice con Carmen cuando éramos pequeñas. En su noveno cumpleaños pasamos horas y horas vomitando después de marearnos en la Warner. Lo recordaba con cariño, como quién recuerda a un familiar fallecido…
-¿Qué ha ocurrido hoy en el insti?
Mamá, sí, ella siempre sabía cuando me pasaba algo, cuando mis pensamientos me llevaban a otro lugar y me hacían perderme en ratos pasados.
-Cariño, ¿estás bien? Sabes que puedes contarme cualquier cosa. –me dijo mientras me miraba con sus enormes ojos oscuros. Mamá es muy guapa, tiene unos ojos negros que con sólo mirarlos sabes si miente o dice la verdad, son la puerta a su alma, tiene una melena preciosa castaña oscura. Su pelo es tan lacio que al tocarlo parece seda.
A veces pienso que soy adoptada, yo tengo los ojos claros y el pelo extremadamente rizado.
Me decidí a contestarla, la quiero demasiado para vencerme por mi orgullo y no contestarla:
-Bueno, han sido los recuerdos más la realidad…

lunes, 23 de abril de 2012

Último día de instituto, el más esperado por todos los alumnos. Una jaula para una chica como yo, la única salida, para algunos el verano, para otros el recreo, ¿para mí? La clase de pintura creativa. Dejar volar mi imaginación, dejarme llevar por lo que siento sin tapaderas y transmitirlo a través de un pincel. Me encanta, si fuera por mí me quedaría todos los años en esa clase, dónde te mueve el arte y no las notas ni el peloteo.
Sí, se podría llamarme friki, incluso solitaria y amargada, y nada estaría más lejos de la realidad.
Sólo una vez tuve amigas, y me dejaron cuando llegamos al instituto, con 14 años, mi padre nos acababa de abandonar, mi madre y yo solas en mi casa, destrozadas, abandonadas por el único ser humano que nos había querido, y cuando más necesito a mi mejor amiga se le ocurrió que podría irle mejor siendo popular con unos tacones y una falda más corta que grande mi mano.
Suelo llevar pantalones sueltos y sudaderas, gorros y nada de maquillaje. Me suelo esconder detrás de mis gafas y no dejo que nadie me mire a los ojos, evito que alguien consiga entrar en mi círculo de seguridad. Si consigues entrar, hacerte sitio, ten por seguro que te echarás a ti mismo.
-Elena, ¿Qué harás este verano?
Me giré bruscamente, no suelo tener compañía y que alguien me hablase me extrañó, y cuál fue mi sorpresa que me encuentro a mi “querida amiga” Carmen con una sonrisa en la cara y toda sonrojada.
-Carmen, ¿qué quieres de mí? ¿Ya tus amigas de minifalda no te quieren? ¿O has venido a reírte de mí?
-Jo Elena, no te portes así conmigo, sé que me porté mal, pero necesito hablar contigo.
-Ya, y yo necesito un Ferrari y no lo voy a tener, así que aprende con la frustración. Adiós.
Y me fui. Enseguida me arrepentí, la primera señal de humanidad en dos años que da mi ex mejor amiga y yo le trato así. Pero el rencor es un sentimiento muy fuerte.
Nunca me dejo llevar por ellos, salvo cuando pinto, pero es que no pude creerla…
Llegué a mi casa con un dolor de cabeza tremendo, llevaba comiéndome los sesos intentando saber qué era lo que quería Carmen, por qué ese tan repentino cambio de humor, pensaba averiguarlo durante el verano, pero lo que me encontré al llegar a mi casa me sobrepasó y tuve que dejar de pensar en ella y en el verano, en todo. Ahora tenía que averiguar lo que había pasado en el jardín de mi casa…

¡Lectores!

El anterior capítulo fue el último, ahora toca la nueva novela y con ella, ¡un cambio de imagen del blog! Espero que os guste, un beso.
                                                   Yaiza

Luna menguante. (V)

A la mañana siguiente despertó en una cabaña. La cama era algo más incómoda y vieja que la de su antigua habitación. Fuera se oían voces y gritos de niños. Entendió enseguida: ya estaba en el pueblo de los híbridos.
Salió de la casa con cuidado e intentó parecer desapercibido. Inútil. Enseguida más de treinta personas se acercaron a su puerta e intentaron presentarse todos a la vez. La gente de repente se ordenó y una mujer de unos sesenta años, pelo canoso y brillantes ojos del color de la miel se acercó lenta pero decidida a Billy y le dijo:
-¡Hola! Bienvenido a nuestro pequeño “país”.
Billy no estaba muy seguro de lo que tenía que hacer, contestaba, sonreía o ¿contestaba y sonreía? Al final, con voz temblorosa, respondió.
-Ho…Hola, gracias, creo.
-Acompáñame. Sé que tienes muchas preguntas, y yo tengo las respuestas.
A Billy le temblaban las piernas, estaba extremadamente nervioso. Todos aquellos eran cómo él. No sabía cómo le iban a tratar, no sabía si su presencia les ilusionaba o les molestaba…
-Primero déjame que me presente.-Hablaba pausadamente, pero se notaba que sabía lo que quería decir.- Me llamo Anastasia, pese a mi imagen, tengo 42 años. Aquí todos sabemos todo de ti, de dónde vienes, tu edad, tu nombre, todo. Simplemente tienes que esperar a que se presenten ellos. Cada uno de nosotros somos “almas conjuntas”, híbridos como tú.
Hizo una pequeña pausa y prosiguió.
-Tenemos unas normas, te las diría, pero lo mejor será que las aprendas tú. No se te tomará en cuenta, tranquilo. Sigue mi lema, aprende por ti mismo rápido o lento, me es indiferente. Cualquier duda ven aquí y yo te la responderé encantada.
Billy salió de allí, desde la balaustrada observó el poblado. Cientos de personas eran felices allí. Tenían su familia, su trabajo, su hogar, y estaban cómodos de esta manera. Lo intentaría, se adaptaría, sería feliz.
Caminó decidido a su cabaña, cuando…
-¡¡¡Ay!!!
Una pequeña de dulce y femeninas curvas se había chocado con su dura capa de “híbrido”.
Billy se fijó en ella, tenía unos delicados rasgos felinos, le gustó.
-Perdón, no te vi. Deja que te ayude a levantarte.
-Gracias…
-¿Te acompaño a tu casa? Si quieres claro…
-¡Sí! Digo, bueno, si no te importa… Soy Amor, y tú eres Billy, encantada.
Amor le sonrió delicadamente y dejó asomar unos pequeños colmillos de gato. Billy pensó que era bella y se imaginó de repente su vida junto a ella...

jueves, 1 de marzo de 2012

Luna menguante. (IV)

Los días se volvieron repetitivos. Levantarse, comer, escuchar el silencio y acostarse cuando su cuerpo se lo pedía. Era extraño no saber a qué hora se levantaba o a cuál se acostaba. Se guiaba por las comidas que le traían. Según sus cálculos sobre las 12 le traían la comida y a las 10 la cena. Sólo dos comidas. Lo más seguro es que tuviese sólo dos porque no gastaba la energía que le proporcionaban.
Después de un tiempo la señorita del diablo apareció en la habitación con su dulce voz, sus piernas largas y delgadas y su preciosa melena recogida.
-Buenas noches -dijo ella.
Tardó en contestar unos segundos, se levantó y le dirigió su sonrisa más complaciente.
-Perdona que no le saque un té, pero mis secuestradores no me han dado más que una cama y camisas, claramente, blancas.
-Es usted muy gracioso, o por lo menos se lo cree. Me han mandado para darle algunas indicaciones sobre lo que tendrá que hacer estos días…
>>Lo primero que debería saber es que está aún aquí porque es usted un híbrido. Mezclamos su ADN con el de un puma concolor. Mi puesto no me permite explicarle el porqué de este proyecto. Sólo le puedo afirmar que hay más como usted, no con su raza pero sí con otras, y sintiéndolo con el corazón no le puedo decir más.
-Le agradezco muchísimo que me haya dicho que me han convertido en una mezcla entre puma y humano sin ni siquiera preguntarme. Ana, ¿puedo llamarla así? Me alegra que haya venido a decirme en lo que me han convertido, pero aún no me ha dicho que es lo que hago aquí o que quiere hacer conmigo.
-Perdone, lo olvidaba. Llámeme Ana y tutéeme si así se siente más cómodo. Ahora mismo mis superiores creen que ya está preparado para salir de la sala y reunirse con los demás híbridos. A partir de ahora tendrá una rutina, como la de su anterior vida. ¿Alguna pregunta?
-¿Cuántos rehenes tienes aquí metidos?
-No los tengo yo, los tienen. Y muchos están aquí por propia voluntad, pueden volver a casa y trabajar aquí, es cuestión de acumular puntos de confianza a su favor.
-Entonces, si ganase vuestra confianza ¿podría volver a casa?
-Sí.
-¿A mi casa? ¿A la de Berlín?
-No, a esa no. Le daríamos una nueva identidad en un nuevo país. Podría tener una mujer, hijos…
-Entiendo. Hay una cosa más que necesito saber, ¿cuánto tiempo me retendrán aquí?
-El necesario Billy.

sábado, 4 de febrero de 2012

Luna menguante. (III)

Recordó la noche anterior, ¿o había sido hacía días, semanas, meses? quién sabe.
Estaba borroso, se esforzó por recordar lo máximo posible y así poder comprender lo que estaba pasando.
El día anterior, o el mes, había salido de la oficina temprano. Y fue por el camino de siempre, sólo que ésta vez se decantó por ir a pie, en vez de en el bus. Iba tranquilo, sin prisa. Fue rememorando punto a punto el último día de su vida. Hasta que llegó a un punto en el que, curiosamente, no recordaba nada. Y luego, de repente, estaba allí, como hechizado por la luna.
Y de un segundo a otro recordó lo que le pasó allí. ¿Hechizado por la luna?
-La luna no embruja.-pensó en alto, sin darse cuenta de que le observaban detrás de esas paredes que parecían espejos.
-Miraba la luna como si fuese su ama. Le tiraba hacia su lado más salvaje.-La alta mujer entró allí con un gran cuaderno negro.-es curioso ver lo que hacen los mensajes subliminales. Cuatro, y mírate aquí, no tuvimos ni que decirte que te metieras en el coche.
-¿Qué? ¿Mensajes subliminales? No entiendo nada…
-Ya te irás enterando. Cada cosa a su tiempo. ¿Tienes alguna duda que te pueda responder?
-No, bueno sí, tengo dos.
-Pues dímelas.-sonrió.
-¿Qué es este lugar?
-Ya te lo he dicho, está en el ‘EPCFI’…
-¡No! ¡Te he dicho que en que parte del mundo me encuentro! Esto no es Alemania.
-Muy inteligente por tu parte Billy… ¿O debería decir Antonio?
Aquella mujer transmitía confianza, pero a la vez aterrorizaba con una simple mirada. Si quería saber dónde estaba y por qué debía ser muy minucioso con las palabras que utilizaba, lo que menos quería era que se enfadase. Era la única persona que le podía dar alguna pista.
-Como quieras, mi nombre no es un dato importante. Aquí lo que importa es la información que pueda darme señorita…
-Martínez,  Ana.
-Bien, señorita Martínez, tanto usted como yo sabemos que no les interesa que conozca lo que está ocurriendo. Pero si quieren que colabore, tendrán que darme algún tipo de información. Mi profesión de hombre de negocios me ha enseñado que no debo fiarme de un completo desconocido, así que comprenderá mi preocupación.
>>Además ya no sería tanto el  hecho de que me hayan raptado de mi hogar, llevado a un país lejano al mío, metido en una habitación y haberse apropiado de las pocas posesiones que llevaba conmigo, sino que no me quieran decir cuál es mi destino. Así que señorita Martínez, ¿podría decirme al menos que fue lo que me pasó la última noche que estuve consciente?
-Es usted un hombre inteligente señor García, pero como antes le he mencionado, cada cosa a su tiempo.
Estas últimas palabras sonaron tan terriblemente prepotentes, que Antonio sintió la frustración de todo lo que estaba ocurriendo y por primera vez en años, rompió a llorar.

lunes, 9 de enero de 2012

Luna menguante. (II)


La habitación era blanca, por las cuatro paredes. Tenía una mesa en el centro de la sala y cuatro sillas.
Se notaba que la sala era aseada a diario, así que Bichkel no tenía manera de saber si era usada muy a menudo. El suelo estaba tan sumamente limpio que parecía un gran espejo. Se sentó y rememoró su vida, necesitaba algo familiar.
Bichkel, Billy Junior Bichkel, era un simple oficinista en Berlín, uno de cuantísimos otros. Tuvo una infancia complicada, naciendo en Granada y terminando a los 12 años en Alemania.
Su madre biológica era prostituta y quedándose embarazada perdió su trabajo y la oportunidad de, cómo decía ella, llegar a ser de la alta sociedad. Primeramente su ‘sueño’ era casarse con un magnate del comercio exterior y así poder practicar o más bien aumentar su nivel del idioma inglés.
Pero a los 19 años dejó sus estudios a causa de la escasez de dinero de su familia. Intentó trabajar a media jornada y costear así sus estudios, pero le fue imposible. Le imponían más horas el estudiar de las que ella poseía.
Así con la cosas del destino, después de vivir 18 meses en la calle y alimentándose de lo poco que conseguía de su trabajo, terminó haciéndose prostituta en un local de mala muerte.
Al cabo de dos años se quedó embarazada y como ya se nombró antes, perdió su trabajo. Llamó al pequeño niño Antonio, y le apellidó como ella, García. Le alimentó y vistió con el poco dinero que conseguía de los cuatro trabajos que tenía. A las 10 primaveras ella le llevó a un orfanato teniendo en cuenta que cualquier familia que le fuese a adoptar le daría mejor cobijo que ella.
Antonio pasó 2 años yendo y viniendo de las casas de acogida, de familias de adopción y de la calle; él no quería estar ahí, quería estar con su madre fuese como fuese, así que preparó un pequeño plan para escaparse del único lugar del mundo que odiaba, el orfanato. Pocos días antes de tener su plan perfecto terminado, un hombre Alemán llamado Billy Bichkel apareció por el tan detestado lugar. Vio a casi todos los niños del orfanato, pero ninguno le convencía, decía: “Mi hijo debe ser un niño fuerte, no de cuerpo, sino de mente”.
Cuando llegó al flacucho y testarudo Antonio, exclamó: “¡Aquí tengo a mi hijo! Billy Junior Bichkel”. Le cogió y le llevó a Berlín, Alemania. Le cobijó y le proporcionó los mejores estudios, las mejores ropas, la más exquisita y cara comida, etc. Se sintió un niño querido, hasta cuando ya no era tan niño.
Esa había sido su vida, dura, pero con un final feliz. Tenía un puesto en una de las mejores oficinas de Berlín; un puesto prometedor a la vez de muy bien pagado, pero entonces, ¿por qué estaba ahora aquí? ¿Qué o quién le había traído a este lugar?